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2º SEMANA DEL MES ROQUEÑO


Ayer iniciamos la 2º Semana de preparación para nuestras Fiestas Patronales de San Roque, por estos días vamos a reflexionar sobre:
¿Cómo logro San Roque la Santidad?
El ambiente religioso que se vive en torno a la vida infantil y juvenil de San Roque es algo que favorece su acercamiento al Señor, por la misma disposición de su alma para con las cosas espirituales. 
Una familia que vive su fe comprometida en brindar asistencia a los demás, con los cuales comparten en caridad parte de sus riquezas, permite que el corazón de Roque vaya permeabilizándose de la bondad del Buen Pastor y que se sienta inclinando a descubrir al Señor en el necesitado. 


Algunas biografías - dicen- hablan de cómo el niño Roque, desde temprana edad ya mostraba interés por la santidad al practicar ciertas penitencias en su cuerpo y mortificaciones en cosas que veía no conveniente para su alma. 


Una oportunidad que se ve clara para que nuestro Santo asuma ese deseo de consagrarse totalmente al servicio del Señor, es cuando fallece su madre, hacia los 20 años y siente el vivo deseo de dejarlo todo, haciendo una elección muy libre y consciente, para ir a servir a los demás desde la espiritualidad de San Francisco de Sales. 


Despojarse de todo, vivir errante, hacerse a una familia encontrándola en los necesitados, en los enfermos, en aquellos que estaban en grave dificultad. Marcarse una meta espiritual (Roma: centro y eje del cristianismo católico) para desde allí iniciar todo el recorrido de su santidad por los senderos de la vida por donde el Señor lo iría llevando hasta el final de su vida material. 


Esta santidad se encarna en él al asumir en su propia carne los sufrimientos de aquellos a los que él mismo servía como al mismo Señor y que llevó con mucha humildad y alejamiento de la sociedad o de cualquier atención, apartándose allí donde solamente encontraría intimidad con su Señor, Aquel que lo había llevado a abandonar sus títulos, sus orgullos, sus suntuosas herencias y el honor que todo hombre desea. Allí estaba, silencioso, sin más discurso que el del corazón elevado al Amor de su alma. 


Se había hecho como su Señor, se había hecho uno para todos, para ganarnos para Cristo. 
Su santidad se ve manifestada en el acompañamiento del Señor que encuentra San Roque por medio de aquel perro que lo provee de alimento y que lo lleva, como a San Francisco, a encontrar en las hermanas criaturas a aquel que las creó. 


Los milagros que hizo y sigue haciendo después de su vida terrena no son sino otras de tantas evidencias que constatan que su vida fue agradable al Señor y que por eso nuestro Dios le atiende las súplicas que por su medio muchos le elevan y que nuestro Santo le presenta como amigo suyo que es ahora en la eternidad así como lo fue en la tierra. 


Reflexionemos a la Luz de la Palabra de Dios: San Mateo 5,43-48.

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